Por Francisco Bautista
Echando a perder se aprende, reza el refrán popular. Esta frase se refiere a una forma de aprender, el empirismo, al aprender haciendo, el aprender de ensayo y error. El refrán viene a cuento porque no aprendemos en territorio ajeno, no aprendemos de lo sucedido en Acapulco con el huracán Otis, no aprendemos del ascenso en el nivel del mar en Tabasco, no aprendemos de las inundaciones en Mérida, no aprendemos a vivir en las planicies kársticas (roca caliza y poco suelo), planicies fluviales (confluencia de ríos y pantanos), planicies palustres (pantanos, lagunas costeras, ciénagas) y planicies costeras (cordones litorales) de la península de Yucatán. No hemos aprendido nada o no nos importa. Los que administran el territorio o ignoran los peligros, o son omisos o son corruptos). Todos estos territorios están en riesgo.
El calentamiento global con su consecuente ascenso en el nivel del mar, aumento de temperatura y el aumento en la frecuencia e intensidad de los huracanes, estos peligros son algo que ya está ocurriendo en el mundo, no solo en nuestro país.
No aprendemos en territorio ajeno, pero además le podemos sumar una premisa falsa desde la abducción, lo cual ya lleva a cometer errores de todo tipo. Por ejemplo, todos los territorios de México son habitables” / “La península de Yucatán es un territorio mexicano” / “Los territorios de la península de Yucatán son habitables”. La premisa y la conjetura son falsas, no todos los territorios de México son habitables y no todos tienen el mismo factor de riesgo al habitarlo.
Me explico, existen territorios costeros con alto riesgo de erosión (norte del estado de Yucatán) lo que conlleva a que los sitios erosionados por el mar pierdan suelo y la marea destruya las casas allí construidas y las carreteras también. Por allí transitan los huracanes año con año, por lo que existe alto grado de desastres ambientales por viento (derribo del tendido eléctrico, casas, edificios, destrucción de carreteras) y exceso de lluvia (inundaciones, marea alta). Construir casas en esas zonas costeras geograficamente significa que están construyendo la vulnerabilidad al desastre, y cuanto ocurra, se oiran voces que pidan que el gobierno se haga cargo. Y ni que hablar de la biodiversidad, ya está en etapa de pérdida.
Las ciénagas, las lagunas costeras y los pantanos pueden saturarse de agua y sin embargo, se están rellenando con escombro y construyendo casas sobre estos territorios, hay muchos ejemplos de esto.
Las nuevas ciudades y fraccionamientos en la planicie kárstica que por siempre estuvo deshabitada ahora es el filón de oro de los “lotes de inversión” al norte de Mérida. Zona que se encuentra a menos de 10, 8, 6, 4, 2 m sobre el nivel del mar. Zonas expuestas a las inundaciones, vientos huracanados, aumento del nivel del mar (hay que tener presente las inundaciones al norte de Mérida), y sin agua potable. Esas nuevas ciudades y fraccionamientos necesitarán agua portable, porque tienen mucha agua a pocos metros de profundidad, pero es agua salina, no potable. Necesitaran reservas hidrológicas que no existen o vivirán del agua de lluvia. ¿Esto lo sabrán los vendedores y compradores de los lotes de inversión?
Se aducirá que los dueños de la tierra pueden hacer lo que ellos quieran, sin embargo, existen reglas para el uso de la tierra, como las manifestaciones de impacto ambiental que ojalá y las estén haciendo.
¿Y los programas de ordenamientos ecológico del territorio Apá?
Esos programas de ordenamiento ecológicos del territorio (POET), el estatal del 2005-2006 y algunos años después el costero, así como el nuevo POET estatal han servido para que el gobierno estatal se limpie la cara y se lave las manos. Esos programas “POET” ocuparon mucho tiempo de investigadores altamente calificados (principalmente los dos primeros) y no se han operado, casi podríamos decir que sirvieron para “maldita la cosa”, esto se dice por los pasillos de las universidades y los centros de investigación locales.
La población peninsular no puede esperar a que sus gobiernos estatales y municipales los salven, solo ellos, la población se puede salvar y prevenir de la gran vulnerabilidad ambiental que se está construyendo mediante el desorden en el uso del territorio.
Cuando no hay planeación sobre el uso del territorio y la ocupación del mismo se deja en las manos del mercado inmobiliario, se construye la vulnerabilidad y posterior desastre socio-ambiental. Si los dueños de la tierra pudieran hacer lo que ellos quieran, entonces ¿Nos quedaríamos callados cuando construyan una gasolinería a un lado de una escuela? ¿no habría protestas por que frente a mi casa pusieran una granja de cerdos o de pollos? ¿No diría nada si frente a mi casas pusieran un sitio de recolección de basura? La propiedad de un terreno no le confiere al dueño a hacer lo que el quiera a su libre albedrío.
Ya me imagino las declaraciones de los gobernadores y presidentes municipales, este desastre es por el cambio climático. Los que construyen en la costa sobre los cordones litorales (suelos arenosos) dirán que los gobiernos no apoyan en la reconstrucción, los que construyen sobre las ciénagas dirán que la culpa es del gobierno. Los que vendieron y compraron los “lotes de inversión” echaran la culpa a los gobiernos. Unos y otros buscarán echar la culpa a quien se deje, pero la verdad es que, con el desorden inmobiliario, ganan unos empresarios locales al amparo de las actuales autoridades, perderán los compradores y constructores-compradores (algunas vidas y patrimonio) y solicitaran la reconstrucción por el gobierno federal que esté al mando, tal como ocurrió en Acapulco.
Ojalá y me equivoque, pero esto pasará si las autoridades no regulan el uso del precioso territorio kárstico de la península de Yucatán.
A la población local (maya, yucateca) y foránea (huaches de extranjía y huaches nacionales), a todos ellos: “díos los agarre confesados”.
He dicho.