¡Vaya! Qué poco a poco hemos ido cambiando nuestras relaciones entre generaciones, hoy una persona de 20 años puede sostener una amistad con una de 60, sin ser una abuelxs o nietxs sustitutxs, sino una amistad real.
¿Cómo fue que llegamos a este punto? Quizás, a partir de las mejores condiciones en las que se está llegando a la senectud y el aumento en la esperanza de vida, lo que ha hecho que en diferentes ámbitos personas de diversas edades coincidan en distintos espacios como: el gimnasio, el trabajo, la escuela al mismo nivel, es decir, no desde una jefatura o subordinación, docencia-alumnando, sino iguales, y se eligen por tener cosas en común, como puede ser el gusto por las galletas con chispas de chocolate.
Si una hace memoria en la vida propia de cómo inició la historia de sus grandes amistades, el común denominador son las cosas simples de la vida.
En lo personal, siempre he tenido amistades de todas las edades, y en particular con los caballeros, siempre me provoca una risa interna cuando estamos tomando un café y siento la miradas lascivas de la concurrencia, por las carcajadas que traemos, incluso una vez escuché a una señora decir a mi espalda mientras pagaba la cuenta: “mira a esta no le da pena exhibirse con ese muchachito.”
Los prejuicios, siempre son malos consejeros, y nos orillan a perdernos grandes e importantes asuntos de la vida como es tener una amiga, cuando se tiene 50 años y ellas 20 o 70 años. En lo que a mí respecta, esto me ha abonado un gran capital emocional a lo largo de la vida, ya que me ha ayudado a valorar mejor la experiencia de los mayores, así como escuchar y entender mejor a las juventudes para construir un andamiaje sólido entre pasado, presente y futuro, lo que ha dado pie a amistades sinceras y duraderas, pero sobre todo llenas de aprendizaje al calor de un café, una copa de vino tinto o una que otra cerveza, según el gusto intergeneracional.
¿Por qué habría uno de perderse este tipo de amistades?
Sin encontrar respuesta, y tampoco debería buscarse, simplemente dejar que fluya la amistad si la oportunidad existe. ¡Claro! No es de obviar que una amistad a veces tarda tiempo en cuajar, pero aún así sucede y hay que disfrutarla y aprovecharla. Para afianzar esta idea algunos estudios revelan:
- La amistad intergeneracional puede ser una “terapia” no farmacológica, ya que estimula la producción de neurotransmisores como la serotonina, la oxitocina y las endorfinas. x
- Más del 90% de las personas con un amigo o amiga intergeneracional afirman que este vínculo les proporciona elementos que sus otras amistades no les ofrecen, según una encuesta de la organización estadounidense American Association of Retired Persons
- Las diferencias que supone el salto generacional son salvables en una amistad, e incluso pueden unir más, “siempre y cuando exista respeto, empatía y paciencia por ambas partes”, apunta el psicólogo experto en gerontología Juan G. Castilla (La Vanguardia)
Se podría engrosar la lista, pero estas tres razones son suficientes para darse la oportunidad de tener una amistad intergeneracional. Nuestro mundo hoy más que nunca necesita comprensión entre los seres humanos que lo habitan para cambiar el caos que actualmente nos desborda y una fórmula es unir sin cortapisas la juventud con la experiencia.